EN BUSCA DE UNA DEFINICIÓN DE EDUCACIÓN CRISTIANA

     Por: Revdo. Dr. José Abraham De Jesús-Rivera

 

 

INTRODUCCION

image00050 Hay tantas ocasiones en las que nosotros y nosotras nos embarcamos en la  realización de una tarea. Tarea que hacemos porque nos gusta y por lo tanto  derrivamos satisfacción en su realización. En algún momento hemos recibido  entrenamiento especial para ella, en otros, parte solo de nuestra propia intuición, o  de lo que hemos visto hacer por tanto tiempo. Cada práctica de una profesión o  vocación debe, no obstante, lo bien que creamos que lo estamos haciendo,  lanzarnos a una reflexión que nos permita darle un contenido teórico, filosófico y  teólogico a la misma. Ello requiere nuestro profundo compromiso con tal práctica, de tal manera que nos lance en su esquematización, a modo de poder servir mejor a aquellos y aquella que intentamos servir.

Es en ese sentido que podemos afirmar que desde nuestra perspectiva latinoamericana, dichos intentos han sido muy escasos, aún cuando reconocemos que se han hecho algunos intentos en diferentes momentos. No obstante, la reflexión que se ha hecho ha sido muy relacionada a proyectos específicos, pero sin un intento de teorizar o de sistematizar, o por lo menos proveer el comienzo de un diálogo abierto que nos permita entender toda la dinámica que se da en los procesos educativos cristianos.

Es por lo tanto, que proponemos la presente definición a fin de que sirva de reflexión para la iglesia y muy especialmente para aquellos y aquellas que laboran día a día en este ministerio, o que se preocupan por estudiarlo.

En lo sucesivo de esta obra, entenderemos Educación Cristiana como:

«el proceso a través del cual la comunidad de fe se concientiza y transforma, a la luz de su relación con Dios en Jesús como el Cristo, que le llama a vivir el amor, la paz y la justicia consigo mismo, con su prójimo y con el mundo; en antelación del Reinado de Dios»

Esta definición ha servido como nuestro marco de referencia durante muchos años en el ministerio educativo. Se origina en trabajos realizados por la Junta de Educación Cristiana de la Iglesia Evangélica Unida de Puerto Rico para la cual trabajamos por muchos años y mas especificamente en el documento de filosofía educativa que logramos crear hace dos decadas.

 

LA EDUCACIÓN CRISTIANA COMO PROCESO

Podemos entender proceso como el cambio que ocurre por medio de una serie de acciones o eventos. El proceso denota una acción progresiva a través de esa serie de actos o eventos que producirán cambios, rápidos o lentos, pero que llevarán a una cosa nueva o mejorada. Una forma de entender ésto es observar los procesos de la naturaleza, como por ejemplo, una semilla. La semilla tiene la potencialidad de convertirse en el árbol de donde provino, pero eso no se da en un instante. Ello requiere que la semilla sea plantada o tirada en un lugar donde haya tierra y agua. A través del tiempo y los diferentes cambios que se producen en ella, germinará y comenzará su proceso de crecer, y un día nos dará el fruto del cual ella salió. Todo esto tomará tiempo, en algunos casos más que en otros.

La Educación Cristiana entendida como proceso, planifica para que a través de una serie de pasos sistemáticos la gente pueda ser transformada a la luz de las demandas del evangelio. Este cambio no se produce de un momento a otro. Es un cambio sistemático que demanda que el individuo sea retado en los contenidos de su fe y que a la vez entienda la historia de la salvación y la haga suya. Que se apropie de esa historia y que ella se convierta en un poder transformador. Ello va más allá que el puro conocimiento de los contenidos de una creencia en particular o los postulados de una doctrina.

 

UN PROCESO PARA LA COMUNIDAD DE FE

En muchos momentos se ha pensado en la Educación Cristiana como un proceso para hacer la gente miembro de la iglesia. Se les educa o se les catequiza para que vengan a ser parte de la comunidad de la fe. Otros han interpretado la tarea de la Educación Cristiana como evangelizar a los nuevos miembros, a los niños, a las niñas y a los jóvenes. El objetivo final de este tipo de educación es hacerlos parte de la comunidad de la fe.

En nuestra definición, cuando pensamos en la Educación Cristiana como un proceso no estamos pensando sólo en los miembros nuevos, sino en toda la comunidad de la fe. La educación es un proceso de toda la vida. No puede existir un cristiano que diga que ya no necesita educarse, que no necesita crecer en la fe, o en el conocimiento de la historia, de la teología, de la Biblia, del arte, de la música de la iglesia, del pensamiento histórico y doctrinal de la iglesia o de como la fe ha sido testificada a través de los siglos por seres comprometidos con el evangelio. Es por lo tanto que afirmarmamos que la Educación Cristiana es un proceso que dura toda la vida y que va dirigida a la totalidad de la iglesia, no importa donde ésta se encuentre.

Es ahí donde la educación Cristiana se hace crucial para la comunidad como un ministerio indispensable e impostergable para ella. Entendido en ese sentido, tenemos que afirmar que la iglesia tiene que ser más intencional en su programacion. Tiene que partir de la premisa que todo el programa de la comunidad de la fe es uno que educa. Que existen formas intencionales, como la Escuela Bíblica, (y si ustedes notan es la primera vez que la nombramos aun cuando hace rato estamos hablando de educación Cristiana), el estudio bíblico, el sermón, los cursillos bíblicos, etc., que son parte fundamental de un programa educativo. Pero también existen formas incidentales en las cuales se puede dar el proceso de aprendizaje. Algunos programas de las organizaciones de la comunidad de la fe, aun cuando no tienen unos objetivos educativos trazados sistemáticamente, propenden la educación Cristiana. Algunos de esos programas son debates, discusiones de grupos en las organizaciones, retiros y otros.

 

LA CONCIENTIZACION DE LA COMUNIDAD DE LA FE

Para nosotros la Educación Cristiana tiene dos funciones básicas, la concientización y la transformación. En este momento nos vamos a concentrar en discutir el concepto de la concientización de la comunidad de la fe.

El término concientización ha sido usado extensamente por el pedagogo cristiano brasireiro Paulo Freire. A tráves de sus obras se puede descubrir la riqueza de este término. Pero mucha más importancia en el diseño de nuevas formas pedagógicas para nuestro contexto latinoamericano.

Freire entiende concientización como:

«el proceso de decodificar la realidad, o sea, desnudar la realidad de tal forma que podamos entender los mitos que forman la estructura de dominación que perpetúa, de tal manera que la gente se disponga a cambiar la realidad en dirección de la humanización.»

Cuando Paulo Freire habla de codificación y decodificación se refiere a lo siguiente, la realidad nos llega a nosotros en formas codificadas. Esto es, en representaciones existensiales de una situación donde sus elementos constitutivos están en interacción y parecen lógicamente aceptables. Esta codificación puede darse como elementos verdaderos o elementos míticos. Los elementos verdaderos son aquellos congruentes con el proceso humanificador. Los elementos míticos son aquellos utilizados como herramienta deshumanizante.

En términos religiosos también existen muchos mitos que nos llegan como parte de la realidad, sólo para nombrar algunos diremos; el mito de que el cristianismo es sinónimo de democracia. El mito de que el único propósito misionero moderno era expandir el cristianismo en América y el Caribe. El mito de que ser humilde es aceptar ser pisoteado. El mito de que la paciencia cristiana es esperar que Dios actúe. El mito de que la iglesia es la única que Dios usa en su plan de salvación. El mito de que la paz es soportar en amor todo lo que se nos haga. El mito de que sólo mi grupo tiene la verdad. El mito de que la vida externa es testimonio de la interna.

La irrupción del Verbo de Dios en la historia marca el comienzo de un despertar a la erradicación de los elementos míticos de la realidad. Jesús como el Cristo se encuentra con un mundo constituído sobre unos principios religiosos antiguos que propendían la perpetuación de un sistema dominado por una clase poderosa, los fariseos, en contra de las multitudes pobres y desamparadas de la sociedad judía. La ley se convirtío en el elemento mítico a través del cual se castigaba a aquellos y aquellas que por razones de las mismas condiciones quedaban atrapados en la encrucijada de la necesidad. El fariseo, al igual que el saduceo; interpretaba, entonces, que su posición era consecuencia de su justicia (entendida en términos veterotestamentarios) mientras que los males y pobrezas de los otros eran consecuencia de su pecado.

¿Qué pertinencia tiene para los educadores cristianos conocer sobre la codificación o la introducción de los elementos míticos de la realidad? Mucha. La educación es básicamente una tarea política. Ha sido de una o de otra manera utilizada para la domesticación de los pueblos, o sea, para hacer que los pueblos respondan a los intereses de las clases dominantes (que por ende controlan los sistemas educativos de los países) y puedan aceptar sus mitificaciones de la realidad. Este proceso que se ha definido como «socialización» (y que es uno de los objetivos universales de la educación) es una tarea política de la educación. Trata de ajustar al individuo para que acepte la realidad tal como se le presenta, sin ser crítico de ella. Y si por casualidad se critican los males de la sociedad, lo hace poniendo la culpa en los desposeídos y no en las raíces mismas de los problemas sistématicos.

La educación Cristiana tiene dos tareas básicas, concientización y transformación. La concientización es un proceso que abarca niveles diferentes, el despertar de la conciencia y la concientización.

El despertar de la conciencia (conciousness) busca capacitar a la gente para distinguir y decodificar la realidad. Implica guiarles para que comprendan lo que hemos descrito como los elementos míticos de la realidad y descubran (por sí mismos y mismas) como estos elementos se manifiestan en medio de las situaciones cotidianas de la vida.

Además, el despertar de la conciencia es una forma de llevar a la gente para que entiendan la bendición de la vida como el regalo más grande que Dios nos ha dado, tan grande que fue autentificada en la resurreción de Jesucristo, y para que pueda obtener una plena satisfacción en ella.

El evento mesiánico que como cristianos postulamos debe tener dos características fundamentales, la humanización y la redención. La humanización, en cuanto que en Jesús como el Cristo se superan las condiciones enajenantes del pecado, y el ser humano viene a ser nuevamente la imagen de Dios. Por otro lado, y tal como lo expresa Filipenses en la Kenosis; Jesús no se afana en ser igual a Dios, sino que por el contrario, se anonada, haciéndose igual a los seres humanos.

En segundo lugar está la redención. La redención o el redimir es liberar al esclavo de los yugos de la esclavitud. Hoy, más propiamente, le llamamos proceso de liberación. Los yugos de la esclavitud siguen presentes, pero se manifiestan en formas totalmente diferentes. Se manifiestan en colonialismo y neo-colonialismo, en injusticia, en pobreza, en explotación, en persecución y desapariciones, en invasiones, en guerras, en experimentación con seres humanos, en discrimen racial, social y económico, en explotación religiosa, en explotación sexual, en ostracismo, y otros. Todas ellas y muchas otras más son marcas de los pecados sociales y políticos de nuestro mundo que en muchas ocasiones se nos pasa a nosotros como parte de la realidad histórica que no debe ser puesta en tela de juicio, pero que son elementos de los cuales nos tenemos que liberar para poder vivir la verdadera humanidad en libertad.

El proceso de concientización no se limita al «despertar de la conciencia», sino que va más alla. A ese segundo nivel le llamamos concientización. Si el despertar de la conciencia es el descubrimiento o es mitificación de la realidad, una vez que la descubrimos tenemos que hacer algo para cambiar las condiciones enajenantes o deshumanizantes que generan. A ese proceso le llamamos praxis.

Praxis es acción. Es el tomar la realidad histórica para transformarla de tal manera que podamos como humanos vivir a la altura que Dios nos reveló en Jesús como el Cristo. Dicha actividad no puede ser caprichosa, sino que es intencional. Tampoco puede darse sin reflexionar sobre ella, o de lo contrario se convertiría en puro activismo. Pero no es el análisis sistemático que ha utilizado la teología contemporánea desde el escritorio de la escuela teológica; esto es academia.

La tarea de la educación Cristiana, así como del mensaje profético de la iglesia es conscientizar al pueblo cristiano para que se re-descubra, a tráves de la Gracia de Dios y la iluminación del Espirítu Santo, cual es su llamamiento en medio de los tiempos y en medio de la historia. Especialmente, ese descubrimiento se hace imprescindible en estos momentos donde nuestro mundo parece haber perdido esperanza de una mañana de resurrección. Tenemos que gritar a voces que nuestro mundo está así, no por voluntad de Dios, sino como consecuencia del pecado systématico de nuestro mundo que enajena, embrutece y empobrece cada día mas a las masas más desafortunadas. Estas vienen a ser víctimas de sus opresores y de sus propios temores. En ese sentido la iglesia tiene una praxis crítica que realizar en nuestro mundo, la praxis liberadora del evangelio. Esa tarea es resultado del despertar de nuestra conciencia y de la concientizacion que como producto de los procesos educativos cristianos podamos realizar a fin de que seamos fieles al evangelio y a aquel que nos ha llamado a reconciliar al mundo con Dios. Y no hay posible reconciliación con Dios mientras no logremos romper las ataduras de esclavitud que nos enajenan de Dios y de los demás seres humanos.

 

LA TRANSFORMACIÓN DEL SER HUMANO Y LA SOCIEDAD

Hemos dicho que hay dos conceptos básicos en nuestra definición. Uno ya lo hemos tratado, la concientización. El otro concepto es la «transformación.» Si nos preguntáramos qué quiere decir transformar, podríamos contestar; «cambiar de forma.» Sin embargo, esta palabra debe tener un significado mucho más profundo. Para encontrar ese significado recordamos a un teólogo moderno, H. Richard Nieburh, quien en su libro «The Meaning of Relevation,» define transformación como «metanoia.» Y metanoia es: «la revolución permanente que transforma la vida bajo la influencia continua de la iniciativa divina.»

Esa iniciativa para Nieburh es la revelación de Dios. Entonces define revelación como:

«la auto-apertura de Dios es esa revolución permanente en nuestra vida religiosa por medio de la cual toda la verdad religiosa es dolorosamente transformada y todo comportamiento religioso es transfigurado por medio del arrepentimiento y de una nueva fe.»

Esa «Metanoia» es lo que permite el evento de Damasco en el cual Saulo de Tarso es confrontado por Dios y su vida toma un cambio radical. Pero para Saulo poder adquirir el poder de ser discípulo tuvo que haber un Ananías que le explicara, que le abriera los ojos a la nueva verdad. Y hubo un período de estudio para Pablo que le permitió asimilar el evangelio y transformar su verdad religiosa y su comportamiento.

Ese nuevo cambio es el que Jesús le propone a Nicodemo, cuando le dice «tienes que nacer de nuevo.» Y Nicodemo no entendió lo que Jesús le quería decir. Su verdad religiosa como fariseo tenía que ser cambiada y su estilo de vida necesitaba ser transformado. Tenia que comenzar allí donde comienzan los niños de Israel, sin valor social. Pensamos que aunque el Nuevo Testamento no nos da muchos detalles de Nicodemo, después de esa experiencia con Jesús, de alguna forma fue impactado ya que reaparece durante el sepelio de Jesús.

Ahora debemos mencionar que esa transformación es un proceso largo y doloroso. Implica la auto-negación de nuestros deseos personalistas o egocentristas para dar cabida a Dios como el centro de nuestra existensia. No es un cambio que ocurre de la noche a la mañana. Es un proceso doloroso que implica una nueva forma de ver la realidad y nuestra posición humana dentro de todo el plano redentor de Dios.

Pero en esa transformación nosotros somos movidos a transformar la realidad que nos rodea. Esa es una diferencia básica entre este entendimiento y la teología fundamentalista. La salvación que Dios provee tiene para nosotros un carácter universal, o sea, que todo el universo de Dios está tocado por ella y no escapa a su poder transformador. Pensar que haciendo a todo el mundo cristiano vamos a cambiar el mundo es una idea «naive». A lo largo de la historia muchos cristianos han confesado la fe, y han estado en posiciones de poder, pero han usado ese poder para su beneficio o el beneficio particular de su movimiento religioso. Y hay páginas en la historia donde la iglesia ha escrito con sangre de los inocentes su distanciamiento de la voluntad transformadora de Dios.

La única transformación posible es cuando nosotros como cristianos y cristianas comenzamos a vivir el amor, la paz y la justicia. Y para describir esto necesitaríamos otro libro más. Dios nos llama como hijos e hijas suyos a vivir el amor con nuestro prójimo, con el mundo y con nosotros mismos. La única posibilidad de transformación de la realidad que nos rodea es a través de una metanoia colectiva y de una praxis del evangelio de Cristo.

La educación Cristiana tiene que proveer los medios a través de los cuales dicha transformación pueda ser efectiva. Nos parece que el énfasis que se le ha dado a la educación Cristiana en los Estados Unidos esta caracterizado por un concepto de que la educación Cristiana es para los niños. Los adultos de la iglesia adoran, los niños toman educación Cristiana. Una de las sugerencias básicas de los investigadores en el campo del desarrollo de la fe es que es crítico el que los adultos (Jóvenes, Jóvenes Adultos y Adultos) estén sometidos a procesos educativos específicos a fin de que puedan ser transformados.

Esto plantea una enorme responsabilidad en los educadores cristianos, puesto que tienen en sus manos el poder de un ministerio que Dios les ha dado para ser instrumentos en ese proceso de concientización y transformación, para poder entender como esta con ellos «aun tierra de extraños», y como ellos y ellas pueden hacer de esta sociedad una sociedad menos racista, menos secular, más justa y más humana.

Por último queremos afirmar que si esperamos que el Reinado de Dios venga, como afirmamos en el Padre Nuestro; somos nosotros los que hemos sido llamados a hacer ese Reinado posible. Los políticos no lo van a hacer, las corporaciones no lo van a hacer, lo tiene que hacer la iglesia de Cristo. Es nuestra tarea como hijos e hijas del Rey de los Reyes.

 

©Revdo. Dr. José Abraham De Jesús-Rivera